Su particularidad es que, en lugar de pintar animales en los lugares más oscuros, como en Tito Bustillo, los hombres prehistóricos decidieron grabarlos sobre la piedra, a la entrada de la cueva.
Es una cavidad natural con forma de herradura y dos entradas. Una de ellas era el umbral de una vivienda prehistórica, la otra, el santuario dónde grabaron animales.
La cueva de La Lluera I fue descubierta por el grupo de espeleología Polifemo, de Oviedo —formado por Juan de Paz, José María de Paz, Margarita Rayón, José Luis Pérez y José Manuel Quintanal— en la década de los setenta y estudiada por los arqueólogos Javier Fortea y Adolfo Rodríguez Asensio, quien efectuó excavaciones en esta oquedad entre los años 1980 y 1987, durante las cuales se descubrió la cueva de La Lluera II. En La Lluera I destaca la "gran hornacina" con representaciones de uros, ciervas y caballos fundamentalmente.
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